viernes, 15 de enero de 2010

GRAZIE MILE!


Gracias a Dios es viernes. Y por si esto no fuera motivo de regocijo y para seguir creyendo en la vida, propongo a la mujer más cachonda sobre este mundo al que llaman Tierra, para olvidar cualquier infortunio o pestífero oprobio. Cabría preguntarse quién disfruta más a quién, si SuperMegan Fox a la lencería Armani o viceversa. No quiero saber la hipotética respuesta. Neta que no.





jueves, 14 de enero de 2010

AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD



Para aquellas niñas delicadas y asépticas que se quejan de que el semen de alcohólico sabe a algo muy cercano a la chingada, una compañía farmacéutica de las europas tuvo a bien crear Sweet Release, medicamento dietético que, aseguran,  “en un mes de consumo dará un exquisito sabor a manzana al fluido masculino”. Si usted, nulo lector, es un atleta del alcohol y su mujer o pareja sexual le recrimina no su afición a la peda, de lo contrario no tendría vieja, sino ese “amargoso” sabor de su lechita, tome una cápsula de Sweet Release dos veces al día y terminará con todo pinchi reclamo histérico. El milagroso medicamento es 100 por ciento natural, pues está hecho a base de hierbas; la “botellita” contiene 60 pastillas y tiene un costo, por introducción, de 42.67 euros. Y si le parece que es una inversión excesiva sólo para la felicidad de su coitocompañera, Sweet Release reduce el colesterol y ayuda al sistema inmunológico, por sus propiedades antibacteriales y ácidos grasos como el Omega 3 y 6. Es decir, ¡toda una puta maravilla! En caso de que no tenga tanta solvencia de dineros, nulo lector, pues ya de perdida tómese su ron Glorias de Cuba o su marranilla, entiéndase mezcal Tonayan o aguardiente León, con refresco Manzanita, no con Squirt, por aquello de la acidez seminal. Digo, hay que ser puerco pero no tan trompudo.

miércoles, 13 de enero de 2010

¡TIERRA DE ZOMBIES (SIC)!



Soy fan irredento del tema zombi. Foxdine se burla mucho de mí porque cierta vez le confesé que uno de mis temores más grandes es que ocurra una hecatombe zombi, sí, que todos se anden tragando unos a otros a diestra y siniestra. Pues bien, no podía dejar de ver Zombieland, cuya traducción en esta ocasión es casi correcta, de no haber sido por la pendejada mayúscula de ponerle Tierra de zombies en lugar de Tierra de zombis. Los pendejos de la productora que distribuye la cinta en México no saben que la palabra angla zombie existe en español. En fin.

La película es, en general, muy cagada, pero salí del cine pensando en que si alguien que no tiene la fascinación por lo zombi la podría disfrutar. El humor gringo nunca se ha caracterizado precisamente por las carretadas de neuronas que lleva detrás, pero en el contexto zombiapocalíptico-fársico en el que transcurre la película lo hace disfrutable. Pero la neta es que a mí me atrajo más la violencia, una rayita más arriba de lo gore, con la que Woody Harrelson despacha placenteramente a decenas de infectados.
 
Mención aparte merece la aparición del gran Bill Murray, quizá lo recuerden en filmes tan chingones como Lost in Translation, en el que la supermami Scarlett Johansson se enamorá de él, y Broken Flowers, esta última del genial Jim Jarmusch. La actuación de Bill, como él mismo, es una autoparodia o un homenaje ante mórtem nada solemne con un final inesperado que, esto sí, provoca que te cajetees de risa. Seguro que eso es lo mejor de la cinta.

Zombieland no obtendrá ningún premio, ni siquiera el Chespirito (¡horror!), pero tanta moronga y vísceras por todos los rincones de la pantalla, además del redescubrimiento de la ricura Emma Stone, una de las protagonistas, hace que te olvides del pinche frío y de que aún sigue en el poder un tal Calderón, de quien no es difícil asegurar que tiene el cerebro zombificado (sic).


     

martes, 12 de enero de 2010

ALGO SOBRE EL VIEJO DÁMASO MURÚA



La semana pasada una gripe, que parecían dos, me tiró en cama. Con un pretexto irrefutable para no ir al trabajo, me dediqué a leer entre cobijas y sábanas. Le tocó el turno a Amor en el Yanqui Stadium, de Dámaso Murúa, escritor sinaloense muy poco conocido y menos valorado, injustamente. Un suceso de hace varios años da prueba del valor ético y profesional como escritor de Dámaso.

Las autoridades culturales de Culichi City, entiéndase Culiacán, decidieron nombrar a Murúa Premio Sinaloa de las Artes, reconocimiento que se infería otorgado más por vergüenza y culpa por el olvido al que tienen sometido a Dámaso, que por verdadera revaloración de su obra. El autor de la novela El Güilo Mentiras, que podemos considerar de culto, pese a su gran necesidad económica les pintó unos ENORMES güevos a quienes querían condecorarlo con tal distinción y otorgarle no sé cuántos miles de pesos. No aceptó el premio. Y creo que a partir de eso, los responsables del Sinaloa de las Artes antes de nombrar a otro, para ellos, merecedor, preguntan si es aceptado o no.

Dámaso Murúa probablemente considere que un escritor exclusivamente comprometido con su obra no necesita de dádivas estatales u oficiales, porque su trabajo literario tiene como prioridad la autosatisfacción y el reto pretérito consigo mismo, no ganar becas, premios o quedar bien con los demás, menos con los neocensores de la literatura nacional, esos que arbitrariamente loan, desprecian o simplemente ignoran el trabajo del otro, siempre que no sea su amigo o cofrade, claro.

Amor en el Yanqui Stadium (Costa-Amic, 1978) tiene tres o cuatro cuentos con la altura para considerarse en cualquier antología nacional o internacional. Uno de ellos es un evidente y más que digno embrión de lo que hoy rifa tanto mercadológicamente: la literatura del narco. Otro, una especie de síntesis o imbricación, memorablemente lograda, de la historia de la literatura amorosa o sentimental, una moderna contextualización del drama de Helena de Troya en las cálidas tierras sinaloenses. Y uno más que es una tragicomedia ocurrida durante un juego de beisbol, deporte tan preciado para el autor.

El humor, la denuncia sociopolítica, la fascinación-terror por la ciudad de México, la delgada línea entre la crónica deportiva y el cuento, los juegos verbales y de adjetivación, los regionalismos con intenciones de universalización y, sobre todo, su único compromiso de contar bien una historia, hacen de Dámaso Murúa un escritor que hay que recuperar y revalorar.