martes, 2 de marzo de 2010

APOCALIPSIS PULP


Hace unos días vi en Cinemax un documental acerca de la fascinación zombi en la cultura pop. En él entrevistaron, por su puesto, no al padre sino al abuelo del fenómeno zombi: George A. Romero, mítico director que popularizó a los muertos vivientes, no propiamente el iniciador del cine de zombis, porque antes de él ya había filmes dignos sobre el tema, como White Zombie (1932), por ejemplo, dirigida por Victor Halperin y protagonizada por el también mítico Béla Ferenc Dezsö Blaskó, mejor conocido como Bela Lugosi.

Romero confesó que había “robado” una premisa narrativa de Richard Matheson, escritor estadounidense, para escribir la historia de su película insigne, Night of the Living Death (1968). El viejo George se refería a I Am Legend (1954), novela posdesastre mundial en la que Robert Neville, quizá el único sobreviviente de la humanidad, debe pasar sus días en extrema soledad y encierro lastimero, protegiéndose de seres metahumanos chupasangre cuyo origen es justo la hecatombe química que aniquiló casi toda vida orgánica conocida en la Tierra.

En I Am Legend abundan las metáforas religiosas, crísticas. Neville cercado por un desierto apocalíptico, victimizado por las pocas tentaciones que aún le quedan. Neville intentando redimir a una mujer, sinécdoque de la humanidad condenada, a través de una cura con la que ha estado experimentando, pero sin lograrlo. Neville, al final, parte de un sacrificio en la que su sangre debe ser literalmente bebida para que la nueva alianza, monstruosa y aberrante, domine lo que queda del mundo.

En Night of the Living Death la humanidad es castigada por sus pecados cientificistas desmedidos. Un reducto de personas no infectadas se recluye en una cabaña para, también, defenderse de los otros, los zombis, y posteriormente de sus iguales, que son incluso más autómatas e insaciables que los muertos vivientes.

En ambas obras pervive una clara crítica a una sociedad autocanibálica. Tanto los zombis de Romero como los seres hematófagos de Matheson son la raza producto de los excesos humanos, y edípicamente deberán aniquilar a sus procreadores para constituirse como el purulento nuevo orden mundial.

George A. Romero y Richard Matheson, escatológicos confesos, olvidándonos de hurtos creativos, comparten el mismo sentimiento pesimista en torno al futuro de la existencia humana. Ambos, apóstoles de un nuevo Libro de las revelaciones, claro, más cercano a lo pulp y a lo fangore, pero que cómo nutre a mentes estupidizadas por la TV satelital y el güiqui barato, como la mía.