viernes, 19 de noviembre de 2010

LILI MARLENE, LUZ DE FE ENTRE GUERRAS MUNDIALES


La poesía se sobrepone a cualquier circunstancia humana, sea de la índole más cruenta posible. La palabra revestida de lirismo es una imperiosidad de orden carnal. El nous en el proceso de la escritura sólo actúa como mero decodificador; el origen del impulso poético-creativo se halla más allá de los linderos constreñidos de las operaciones mentales. Sólo con esas presuposiciones es dable concebir que en 1915 Hans Liep, un efímero poeta alemán devenido en soldado para cumplir con las exigencias patrióticas de su nación frente a la Gran Guerra, durante alguna pausa entre batallas y dentro de una trinchera, escribiera unos versos que, posteriormente, se convertirían en letra de una de las canciones románticas fundamentales de la primera mitad de la centuria pasada y que hoy es icono musical: Lili Marlene.


Haciendo historia, la primera canción de amor de la que se tiene registro es de origen sumerio. El poema era interpretado, hace más de 4,000 años, durante la celebración del matrimonio sagrado anual, en el que el rey desposaba a una sacerdotisa de Inanna, diosa del amor y la procreación. Transcribo algunos versos: “Me has cautivado, déjame estar temblorosa ante ti,/ esposo, quisiera ser llevada por ti a la cámara nupcial,/ me has cautivado, déjame estar temblorosa ante ti,/ león, quisiera ser llevada por ti a la cámara nupcial”. “Tú, porque me amas,/ dame, te ruego, tus caricias,/ señor mi dios, mi señor protector (…)”. “Tu lugar, bueno como la miel, pon, te ruego, tu mano sobre él,/ trae tu mano sobre él como un vestido gishban (…)”.


El poema de Liep, una elegía de amor en la que el autor añora a su novia, a quien no está seguro de volver a ver, se salvó de la destrucción de la primera gran conflagración mundial. Lale Andersen, cantante danesa que vivía en Alemania, leyó el poema reeditado en 1937 y le pidió a su compositor de cabecera que le adaptara música. En 1938 Norbert Schultze, músico y compositor oficial del Tercer Reich, se interesó en la canción y le pidió a Andersen que la interpretara con el ritmo de tango que él había compuesto. De esta manera, Lale grabó el disco Lili Marlene, que Radio Berlín transmitía como entradilla de la mayoría de sus programas, y pronto se institucionalizó como el himno oficial de la Alemania nazi.


Pero como la naturaleza de la poesía es disidir, pronto la popularidad de Lili Marlene implosionó el statu quo nazi. El ministro de Propaganda Joseph Goebbels consideraba que la canción minaba la moral de la Wehrmacht, por el carácter melancólico del tema. No obstante, Lili Marlene se impuso a los embates del gran ideólogo del régimen nacionalsocialista, pues el estado de ánimo del Ejército alemán encontró eco en la canción. Con la voz de Marlene Dietrich, Lili Marlene logró otro de los milagros de fraternidad que se han registrado, sin embargo, en guerras de alcances intercontinentales. Dietrich decidió cantar los versos de Hans Liep en inglés, y de inmediato las tropas aliadas, a las que Marlene apoyaba, también asumieron a Lili Marlene como el epinicio de su causa. Sentimiento compartido, por demiurgo poético, sólo equiparable a la tregua de Navidad de 1914.

lunes, 15 de noviembre de 2010

COSAS QUE NUNCA TE DIJE


No es novedad afirmar que la cartelera cinematográfica nacional cede poco espacio de difusión a películas propositivas y de calidad. Dominada por la producción de Hollywood, en su mayoría prescindible y altamente deleznable, la oferta de cine en México en contadísimas ocasiones filtra cintas de autor o le da seguimiento a la obra de cineastas que en otras latitudes sí son difundidos y, por ende, respetados.


La filmografía de Isabel Coixet (Barcelona, España, 1962) ha sido desatendida por los dueños de las cadenas de cine en nuestro país e, incluso, despreciada por ciertos críticos de cine advenedizos. Sólo dos de sus películas se han exhibido comercialmente, “Mi vida sin mí” (2003) y “La vida secreta de las palabras” (2005), y esto con absoluto desdén: fueron programadas en dos o tres salas, en horarios poco accesibles y con sólo una semana de corrida.


La Cineteca Nacional proyectó hace unos días, dentro de su ciclo “Historias en común”, el filme de Coixet antecesor a esa especie de saga, conformada por las dos cintas mencionadas, protagonizada por Sarah Polley. Me refiero a “Cosas que nunca te dije” (1995), historia original de la directora española, como lo son todas sus películas, estelarizada por Lili Taylor, Andrew McCarthy y Alexis Arquette, y considerada la que cimienta las bases de su obra posterior.


La filmografía de Coixet se singulariza por el tratamiento maduro y sin cortapisas sensibleras de temas como el enfrentamiento con la muerte (tras el anuncio de una enfermedad terminal a una joven madre de dos hijas en “Mi vida sin mí”), la agresión sexual y sus consecuencias psicológicas (horrores sufridos por la protagonista de “La vida secreta de las palabras” producto de la guerra de los Balcanes), la soledad, la alienación social y el amor puro, que se instaura como una de las vías para la salvación existencial terrena.


Otras características a destacar son el gusto de la cineasta barcelonesa para seleccionar la diversidad de géneros y temas musicales para acompañar, en el momento preciso, su lenguaje cinematográfico sincero y emotivo, y la solvencia literaria de sus guiones, capaces de involucrar sentimentalmente al máximo a los espectadores, quienes empáticos o no con las tesis narrativo-fílmicas de Isabel Coixet, no terminan defraudados.