martes, 6 de julio de 2010

LOBO ES EL TIEMPO

Hace unos días vi en la Cineteca Nacional El tiempo del lobo, para mí la mejor película de Michael Haneke. Las consideraciones acerca de la cinta quedarán, quizá, para otra ocasión. Hoy quiero referirme exclusivamente a que en el filme actúa Béatrice Dalle. Conocí a la actriz francesa en mi adolescencia, a través de la estupenda e inolvidable 37.2 ° le Matin, o Betty Blue, título para América. 

Me enamoré de Béatrice irremediablemente, y como había grabado la película en Beta, la veía varias veces por semana, así durante años y años. En los tiempos de Betty Blue, la Dalle tenía 22 años. En El tiempo del lobo, 39. Ese día en la Cineteca percibí con tristeza que de la belleza volcánica de Béatrice no quedó nada. De sus facultades histriónicas no pude obtener comparativo, porque el papel que le asignó Haneke en realidad es casi fantasmagórico. 

Años después de que me curé, a medias, de la obsesión por Béatrice y Betty Blue me enteré de que Dalle llevaba vida de drogueta y que, incluso, la habían metido a la cárcel por robar ropa de una tienda de moda; sí, un caso previo al de Winona Ryder. No sé exactamente por qué sentí tristeza, si porque de esa mujer tan hermosa y de tanto potencial humano en sus actuaciones de la que me enamoré en Beta ya no queda nada, o porque ha quedado relegada a papeles de relleno, pese a que El tiempo del lobo es una película importante y trascendente. 

Planeo comprar pronto Betty Blue en DVD, en un intento de recuperar viejas pasiones y, claro, a la Béatrice Dalle intensa, luminosa. Acto de rescate que, sin duda, servirá para corroborar lo que dijo Nietzsche: “Contamos con el arte para que la verdad no nos destruya”, o lo que García Riera, dixit el buen Goyo, compañero de infiernos oficinescos, denunció: “El cine es mejor que la vida”.