jueves, 21 de enero de 2010

MARY-LOUISE PARKER RECOMIENDA...



Fumar mariguana. ¿Por qué chingaos? 

El cannabis es el mejor expectorante natural. La mariguana fumada dilata las vías respiratorias, dejando que entre más oxígeno a los pulmones. 

El cannabis disminuye la presión sanguínea, dilata las arterias y reduce la temperatura corporal, por lo que sirve para aliviar el estrés.

 Los ácidos cannabidiólicos se pueden utilizar como antibióticos para combatir multitud de enfermedades, por ejemplo la gonorrea. Según un estudio realizado en Florida en 1990, están también indicados para el herpes.

A diferencia del tabaco, que hace que las arterias se contraigan, el cannabis hace que éstas se dilaten. Puesto que las migrañas son resultado de la combinación de espasmos arteriales con una hiperrelajación de las venas, los cambios vasculares que produce el cannabis en la cubierta cerebral (las meninges) suelen hacer desaparecer los dolores.

El cannabis estimula el apetito, por lo que se ha manifestado como la mejor medicina para tratar la anorexia.

 La mariguana eleva el estado de ánimo, facilita la concentración y propicia un estado de bienestar y seguridad. Es un buen aliado para quienes tienen que sobrellevar enfermedades como el sida.

El cannabis es el mejor tratamiento para la demencia, la senilidad y tal vez para la enfermedad de Alzheimer, para recuperar la memoria a largo plazo y para otros muchos achaques. Ayuda a los ancianos a convivir con problemas como artritis o insomnio.
 

¡Advertencia! 96 grados Bucareli no se hace responsable de las recomedaciones vertidas en este post y no necesariamente comparte las opiniones de sus colaboradores. Pero de que Mary-Louise es una MILF deliciosa, que ni que.

miércoles, 20 de enero de 2010

TETAS ON THE ROAD

Hasta hoy, las autoridades responsables del caso no han discernido si Cherelle May Dudfield, una heroica neozelandesa de 18 años, es más suicida que exhibicionista, o una exhibicionista suicida. Cherelle, seguramente cansada de que nadie le pidiera que mostrara sus tetas y menos que alguien quisiera pegarse a ellas como alicante, decidió exhibirlas, no se informó si son protuberantes o como dos tristes calcetines con canicas dentro, a los automovilistas que circulaban por una de las avenidas principales de cierta ciudad del sur de Nueva Zelanda. Cherelle, en el carril de en medio, toreaba el tránsito teniendo como capote sus dos lolas al aire libre hasta que un conductor, cuya tendencia sexual se desconoce pero se sospecha, la embistió. Cherelle no logró esquivar el bólido y rodó por el parabrisas, para después caer en el asfalto. Sin lesiones de consideración, Dudfield aceptó su culpabilidad, ignoramos si ya con las chichis fajadas, del delito de desorden público. El juez, cuyo nombre ha sido omitido sin razón explicada, le impugnó una multa de 275 dólares neozelandeses y tres meses de trabajo comunitario que, según fuentes no reveladas, consistirá en probar una nueva generación de sostenes de metaloterapia, en fase experimental 1, con arillos e imanes para disminuir histeria, bochornos premenopáusicos y toda consecuencia de insatisfacción sexual.

Con información del honorable periódico neozelandés Stuff Snuff!       

martes, 19 de enero de 2010

¡MATA, ESCUINCLA, MATA!


Supongo que muy pocos consideran interesante el cine de Mario Bava, y muchos menos lo aprecian hasta la insanidad. El fin de semana Foxdine y yo vimos Kill, Baby, Kill (Operazione paura, título original en italiano, 1966), una de las películas de culto del director ítalo nacido en 1914 y muerto en 1980. A ella le divierte mucho el trabajo de Bava, lo considera Serie B, y tiene algo de razón. Yo diría que es, simplemente, fascinante, con todo y los evidentes problemas de presupuesto a los que tuvo que hacer frente y los escollos narrativos en los que caen sus tramas, siempre de terror, brujeriles, de maldiciones ancestrales, venganzas de ultratumba, todo con un tenor neogótico muy particular.

Mario Bava es uno de los fundadores del Cinema Giallo, el otro es el maestro Dario Argento; cine que encontró inspiración en la nota periodística amarilla y roja de los años sesenta y setenta. La obra cinematográfica de Bava, para dar otra referencia, es el prototipo de las películas de serial killers y psicópatas, Bahía de sangre, por ejemplo, tiene la paternidad de la interminable saga Viernes 13.

En Kill, Baby, Kill Mario Bava reincide en lo que parece haber sido su tema predilecto: el ajuste de cuentas, entre más sangriento, mejor. Una niña, que murió en un terrible accidente en una región de la provincia italiana más profunda, regresa del mundo de los muertos para cobrar venganza a los habitantes del pueblo que no hicieron nada por salvarla. Una serie de muertes inexplicables comienza a ocurrir, por lo que un médico forense eminente es llamado por las autoridades locales para que desentrañe el misterio. El final es chingón debido a la explicación parasicológica que hay detrás del origen de los acontecimientos sangrientos, a todas luces cagada y risible, en extremo para Foxdine, siempre racional e implacable para ver cine.

 Pese a las atmósferas seudoatemorizantes, montadas con utilería de segunda; el acartonamiento dramático de los actores, sobresale el del médico, y la rapidez con la que se resuelve el nudo argumental, Kill, Baby, Kill cumple con las expectativas. Las escenas mortales y la aparición fugaz pero inquietante de la niña, como la culpa insepulta de los casi responsables de su muerte, son regocijantes. Si hay algo de lo que no se debe culpar al gran Mario Bava, es de que su cine no haya sido honesto consigo mismo, tan honesto y válido como la fantasía más delirante de un niño.                 

lunes, 18 de enero de 2010

CHARLOTTE ROCHE, ANTIHEROÍNA ERÓTICA


Pensar en un parangón mexicano de una novela como Zonas húmedas (Anagrama, 2009) ópera prima de Charlotte Roche, es imposible. La escritora británica de 31 años logró escribir una especie de diario erótico carente de todos los supuestos que canónicamente suelen acompañar a la “literatura licenciosa”. La propuesta de Charlotte es simple y, por ende, acertada: una prosa directa, sin subterfugios seudosinestésicos o ridículamente  dizque transgresores, propios de los que se aventuran en el género, y una historia sencilla pero sólida y con varias aristas que la enriquecen problematizándola.

Zonas húmedas es la novela del hoyocentrismo, del absoluto femenino en cuanto a vagina, ano y boca. Helen, la protagonista, joven bisexual de 18 años, prefiere asir el mundo adulto, al que recién accedió más que gustosa por la permisibilidad que atañe, a través de sus cavidades. Helen puede descubrir el grado de neurosis de una mujer lamiéndole la vagina o paladeando el sabor de sus tetas, el carácter de un hombre viendo y después sintiendo el rigor de su verga y probando su prebenda seminal. Pero a la par que descubre al otro se conoce a sí misma por las respuestas sexuales que su cuerpo, en complicidad con su psique, le ofrece. De esa manera, Helen se construye una sexoteoría psicosociológica conductual tanto del género masculino como femenino, que poco o nada tiene que ver con el placer carnal llano.

Mención especial merece el culo de Helen. En algún momento de la novela, sentencia que el mejor sexo, o el verdadero, es el que se obtiene rememorando a Sodoma. Helen sufre y disfruta el mundo mediante su ano. Un padecimiento grave de hemorroides la confina varias semanas en un hospital, donde para no aburrirse evoca sus encuentros sexuales, con especial deleitación en los que su culo fue protagonista. Entre derramamientos de sangre por el recto y la excitación por los recuerdos, Helen planea, con una candidez infantil, que sus padres, divorciados, coincidan en una visita y comiencen a tratarse de nuevo para que reinicien su relación sentimental. 

Zonas húmedas expande y desacraliza el término erótico, donde mierda, menstruo y otras deyecciones consideradas non sanctas adquieren, muy lejos de la escatología sadeana, un cariz diferente, Roche las transforma a través de un "infantilismo sensorial" en materia propia de los placeres más gloriosos y, por consiguiente, en parte del eros más puro y totalizante.