martes, 19 de enero de 2010

¡MATA, ESCUINCLA, MATA!


Supongo que muy pocos consideran interesante el cine de Mario Bava, y muchos menos lo aprecian hasta la insanidad. El fin de semana Foxdine y yo vimos Kill, Baby, Kill (Operazione paura, título original en italiano, 1966), una de las películas de culto del director ítalo nacido en 1914 y muerto en 1980. A ella le divierte mucho el trabajo de Bava, lo considera Serie B, y tiene algo de razón. Yo diría que es, simplemente, fascinante, con todo y los evidentes problemas de presupuesto a los que tuvo que hacer frente y los escollos narrativos en los que caen sus tramas, siempre de terror, brujeriles, de maldiciones ancestrales, venganzas de ultratumba, todo con un tenor neogótico muy particular.

Mario Bava es uno de los fundadores del Cinema Giallo, el otro es el maestro Dario Argento; cine que encontró inspiración en la nota periodística amarilla y roja de los años sesenta y setenta. La obra cinematográfica de Bava, para dar otra referencia, es el prototipo de las películas de serial killers y psicópatas, Bahía de sangre, por ejemplo, tiene la paternidad de la interminable saga Viernes 13.

En Kill, Baby, Kill Mario Bava reincide en lo que parece haber sido su tema predilecto: el ajuste de cuentas, entre más sangriento, mejor. Una niña, que murió en un terrible accidente en una región de la provincia italiana más profunda, regresa del mundo de los muertos para cobrar venganza a los habitantes del pueblo que no hicieron nada por salvarla. Una serie de muertes inexplicables comienza a ocurrir, por lo que un médico forense eminente es llamado por las autoridades locales para que desentrañe el misterio. El final es chingón debido a la explicación parasicológica que hay detrás del origen de los acontecimientos sangrientos, a todas luces cagada y risible, en extremo para Foxdine, siempre racional e implacable para ver cine.

 Pese a las atmósferas seudoatemorizantes, montadas con utilería de segunda; el acartonamiento dramático de los actores, sobresale el del médico, y la rapidez con la que se resuelve el nudo argumental, Kill, Baby, Kill cumple con las expectativas. Las escenas mortales y la aparición fugaz pero inquietante de la niña, como la culpa insepulta de los casi responsables de su muerte, son regocijantes. Si hay algo de lo que no se debe culpar al gran Mario Bava, es de que su cine no haya sido honesto consigo mismo, tan honesto y válido como la fantasía más delirante de un niño.                 

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