sábado, 31 de octubre de 2009

JUGAR A SER DIOS


El infierno también celebra sus natividades. El nuevo niño terrible no nació en un pesebre, sino en alguna choza sombría e infecta del poblado de Ipswich, Inglaterra. Otro asesino de prostitutas blande su cuchillo para demostrarnos su existencia. Hasta hoy son cinco las prostitutas jóvenes (Tania Nicole, 19 años; Gemma Adams, de 25; Anneli Alderton y Paula Clennell, de 24) victimadas por el mismo individuo, a quien aún la prensa o los profiles profesionales, y con talento de cabeceadores de nota roja, no han bautizado.

Los cadáveres aparecieron desnudos y adornados con joyas, sin señales de violencia y/o agresión sexual. Se trata de un asesino singular y hasta podemos decir inédito; asesinar sin buscar el sufrimiento extremo de la víctima o para conseguir solventar alguna clase de deuda o reclamo sexual, resulta no propio de los cazadores nocturnos o serial killers. Por supuesto que no hay que creerlo un usurpador de la gloria eterna de Jack The Ripper.

Las autoridades británicas suponen que el asesino, un tipo gordo y con lentes, según algunos testigos que pudieron ver al último cliente que se llevó a las “hoy occisas” en un BMW azul, droga a sus presas y después las mata, como todo parece indicar, asfixiándolas. James Alan Fox, profesor de psicología y autor de varios libros acerca de asesinos seriales, afirmó al respecto: “Podría ser que esta persona disfruta mucho jugando a ser Dios, pero no necesariamente le gusta escuchar los gritos de sus víctimas”.

La mayoría de los sabuesos pertenecientes al Centro Nacional de Excelencia Policial, símil del FBI gringo, están asignados al caso, más 300 asesores externos, para dar con el asesino. La última víctima fue identificada como Annette Nicholls, de 29 años. Los restos mortales de las otras suripantas han sido encontrados a pocos kilómetros de donde fue localizado el primero cuerpo.

Los caminos del Señor son misteriosos, quizá mientras escribo este post killer, nuestro muchacho coquetea con su próxima dama de la vida disoluta que será pieza importante de la obra roja que ya comenzó a aportarle al mundo. Seguiré informando.

viernes, 30 de octubre de 2009

CONDUCIR UN TRÁILER


Esta obra, meritoria del premio a mejor primera novela en La Semana Negra de Gijón, España, 2009, evidencia dos cuestiones: que la venganza como vórtice narrativo es tan antigua y recurrente que se ha convertido en un tropo literario, cuyos paradigmas torvos son perennes, y que el abrevadero estilístico por antonomasia de la literatura mexicana es el naturalismo.

Conducir un tráiler no es una novela del narco o de otros adjetivos de moda, como el hiperrealismo, sino de la única pasión auténtica y acendrada del ser humano: la violencia. Sobre el crescendo de acciones sanguinarias entre familias enfrentadas, ajustes de cuentas, suicidios y casos de brutalidad cotidiana, levita gloriosa una certidumbre ontológica cardinal: la maldad, el estado puro del individuo.

Rogelio Guedea, de trayectoria más bien poética, demuestra con su primer trabajo narrativo facultades valorables, con facilidad crea una historia de cualquier situación (tanto, que hasta por momentos se olvida de la historia central) y con humor particular resquebraja la atmósfera tremendista, propia del tema, para consciente o inconscientemente relativizar el nodo argumental inmediato, en virtud del posterior, obtenido por inferencia.

Más que una novela extraordinaria, Conducir un tráiler es desenfadadamente atípica. El reto de Guedea, por tanto, no será la consistencia prosística, sino el asidero omnímodo del drama.

jueves, 29 de octubre de 2009

DONDE SE HABLA DEL INFIERNO


Más que aterrarme en la niñez, la idea del infierno dilapidó mi inocencia. Conocer que había un lugar específico para el castigo de la humanidad me llevó a saber de la existencia de la maldad, el pecado y los excesos. Lujuria, gula, soberbia y demás pecados capitales se sobrepusieron en mi interés a conceptos como cielo, paraíso, perdón divino, ángeles de la Guarda, etcétera.

   En ocasiones, resultan curiosas las coincidencias que surgen cuando se realizan algunas lecturas. En Viaje a la Luna, de Cyrano de Bergerac, me encontré con una explicación infernal de por qué el movimiento de rotación de la Tierra. Cyrano intenta exponer al virrey de la Nueva Francia, hoy Canadá, los fundamentos de la teoría heliocéntrica de Copérnico. Pero el gobernante no la acepta y asegura que la verdadera razón de que el planeta se mueva es: “Porque estando el fuego del infierno encerrado en el centro de la Tierra, los condenados, al querer huir del ardor de su llama, empujan contra su bóveda para librarse de él, y de este modo la hacen girar”.

   Hoy, en un portal noticioso de internet encontré una nota relacionada con lo anterior. Un escrito anónimo que tiene por título Applied Optics, fechado en 1872, asegura que la temperatura del infierno NO supera los 444 grados centígrados; como si esto representara alivio para los creyentes temerosos de Dios.

   La revolución heliocentrista no concluyó con Copérnico. Años después, Giordano Bruno continuó con el desarrollo de la teoría. A consecuencia de su trabajo dentro de la incipiente física y astronomía, además de la magia y el arte de la memoria, Giordano sufrió un infierno a su medida: el 17 de febrero de 1600 fue quemado vivo en el, dicen, hermoso Campo Dei Fiori, Roma, por disposición del papa Clemente VIII. No existen registros de a cuántos grados centígrados ardió Bruno.

   Hace algunos años, autoridades del Vaticano declararon que el infierno, en realidad, es un estado emocional y espiritual; es decir, olvídense del terrible panorama que nos ofreció Dante, el Divino. No creo conveniente para el ser humano que la vieja concepción del infierno desaparezca, pues, al igual que el Árbol del Bien y del Mal, representa un campo fértil para la exploración intelectual y el avance del conocimiento.

miércoles, 28 de octubre de 2009

JOSÉ RUBÉN ROMERO Y EL DIABLO


¿Todavía hay alguien que lea a José Rubén Romero? El escritor michoacano creó a uno de los personajes más importantes de la literatura nacional: Pito Pérez. En Apuntes de un lugareño, su primera obra publicada (1932), ya aparece dicho ente de palabras, personaje al que años después Romero retomaría y exploraría al máximo en su libro más referencial: La vida inútil de Pito Pérez (1938). El antecedente de ese arquetipo en la literatura mexicana es, sin duda,Pedro Sarniento, protagonista de El Periquillo Sarniento, de Fernández de Lizardi. Pero el de Rubén Romero trasciende lo meramente picaresco. 

Pito Pérez es, aparte de pendenciero, alcohólico y timador, un ser de pensamiento anarquista, rabioso anticlerical, cínico (pero no en el sentido ramplón, sino en comunión con la filosofía de Diógenes de Sinope), crítico del sistema político posrrevolucionario y, sobre todo, un pesimista consumado que despreció a la humanidad con singular ahínco. Cito unas líneas de La vida inútil…: “Humanidad, yo te robé una monedas, hice burla de ti y mis vicios te escarnecieron. No me arrepiento, y al morir quisiera tener fuerzas para escupirte en la faz todo mi desprecio”; “Lego a la humanidad todo el caudal de mi amargura. Para los ricos, sedientos de oro, dejo la mierda de mi vida”. 

En estos elementos de complejidad psicológica con los que Rubén Romero animó a su ¿álter ego? podemos encontrar rasgos de una literatura moderna; Pito Pérez es el equivalente a lo que algunos teóricos de la literatura en el siglo XX catalogarían como el “héroe endemoniado”. También, en La vida inútil… hay un capítulo memorable y paradigmático en las letras mexicanas, en el que Pito Pérez valora más al Diablo que a Jesucristo, ¿broma dirigida a Ignacio Manuel Altamirano, a quien seguramente leyó Romero, y su catolicismo más allá de lo cagante? 

Aquí lo sustancial: “El Diablo habita en círculos de sombras, luchando contra el odio y la envidia, ajeno a toda caricia, a todo sentimiento de ternura. El Diablo no conoció calor de madre; Jesús nació de una virgen toda pureza, toda amor. El Diablo pudiera odiar el mal y amar el bien, pero no es dueño de su albedrío; él fue condenado a amar el odio y a odiar el amor, y jamás romperá su destino. Jesucristo murió una sola vez, con todos los dolores humanos; el Diablo padecerá, por los siglos de los siglos, sus suplicios y los que Dante le inventó. ¡Pobrecito del Diablo, qué lástima le tengo!”. Señas inequívocas de literatura contestataria que ninguno de sus antecesores y contemporáneos se atrevió a crear. Sin temor a equivocarme, creo que poco o nada se ha valorado la aportación de José Rubén Romero a la literatura mexicana. Ya va siendo tiempo.