miércoles, 28 de octubre de 2009

JOSÉ RUBÉN ROMERO Y EL DIABLO


¿Todavía hay alguien que lea a José Rubén Romero? El escritor michoacano creó a uno de los personajes más importantes de la literatura nacional: Pito Pérez. En Apuntes de un lugareño, su primera obra publicada (1932), ya aparece dicho ente de palabras, personaje al que años después Romero retomaría y exploraría al máximo en su libro más referencial: La vida inútil de Pito Pérez (1938). El antecedente de ese arquetipo en la literatura mexicana es, sin duda,Pedro Sarniento, protagonista de El Periquillo Sarniento, de Fernández de Lizardi. Pero el de Rubén Romero trasciende lo meramente picaresco. 

Pito Pérez es, aparte de pendenciero, alcohólico y timador, un ser de pensamiento anarquista, rabioso anticlerical, cínico (pero no en el sentido ramplón, sino en comunión con la filosofía de Diógenes de Sinope), crítico del sistema político posrrevolucionario y, sobre todo, un pesimista consumado que despreció a la humanidad con singular ahínco. Cito unas líneas de La vida inútil…: “Humanidad, yo te robé una monedas, hice burla de ti y mis vicios te escarnecieron. No me arrepiento, y al morir quisiera tener fuerzas para escupirte en la faz todo mi desprecio”; “Lego a la humanidad todo el caudal de mi amargura. Para los ricos, sedientos de oro, dejo la mierda de mi vida”. 

En estos elementos de complejidad psicológica con los que Rubén Romero animó a su ¿álter ego? podemos encontrar rasgos de una literatura moderna; Pito Pérez es el equivalente a lo que algunos teóricos de la literatura en el siglo XX catalogarían como el “héroe endemoniado”. También, en La vida inútil… hay un capítulo memorable y paradigmático en las letras mexicanas, en el que Pito Pérez valora más al Diablo que a Jesucristo, ¿broma dirigida a Ignacio Manuel Altamirano, a quien seguramente leyó Romero, y su catolicismo más allá de lo cagante? 

Aquí lo sustancial: “El Diablo habita en círculos de sombras, luchando contra el odio y la envidia, ajeno a toda caricia, a todo sentimiento de ternura. El Diablo no conoció calor de madre; Jesús nació de una virgen toda pureza, toda amor. El Diablo pudiera odiar el mal y amar el bien, pero no es dueño de su albedrío; él fue condenado a amar el odio y a odiar el amor, y jamás romperá su destino. Jesucristo murió una sola vez, con todos los dolores humanos; el Diablo padecerá, por los siglos de los siglos, sus suplicios y los que Dante le inventó. ¡Pobrecito del Diablo, qué lástima le tengo!”. Señas inequívocas de literatura contestataria que ninguno de sus antecesores y contemporáneos se atrevió a crear. Sin temor a equivocarme, creo que poco o nada se ha valorado la aportación de José Rubén Romero a la literatura mexicana. Ya va siendo tiempo.

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