martes, 22 de junio de 2010

TRES PIERROTAZOS


Ayer por fin entré a la Pierrot. Quizá el lunes no sea un día muy recomendable para conocer una cervecería, pero –como dirían los políticos- aproveché la 'coyuntura' de que me dejaron por ahí, avenida Revolución, de que era relativamente temprano y de que traía unos pesos de más. Tenía mucho interés en conocer la Pierrot porque había leído acerca del lugar en Fiera infancia, de ese autor tan estimable llamado Ricardo Garibay. En dicho libro cuenta una historia terrible que le tocó ver en esa ya icónica chelería de Tacubaya, particularmente en el baño del lugar. Así que en cuanto pedí mi primera, de tres, “Bola oscura” pregunté dónde quedaba el baño y subí las escaleras para entrar a la escena del crimen que rememora Garibay. Aunque imagino que la Pierrot ha sufrido modificaciones estructurales, es posible respirar el vaho de lo que era antes y sentir los fantasmas que la habitarán para siempre. Al término de la tercia de rigor, decidí que pronto volvería a la Pierrot con más tiempo y más dinero para hacerla más mía, para poseerla como debe ser, con toda la saña etílica posible. El maridaje de la literatura y el alcohol es poderoso e inagotable.