lunes, 15 de marzo de 2010

MOVIMIENTOS OCULARES RÁPIDOS

No recuerdo con exactitud cuántos años tenía que no escuchaba a R.E.M. Después de leer Las leyes de la atracción, de Breat Easton Ellis, novela que antecede a su triunfo mediático, Psicópata americano, me entraron unas ganas masivas de desempolvar mis discos de ese grupo también fundador de lo alternativo y grunge; sí, no sólo Nirvana y Pearl Jam lo fueron. Breat suele soundtrackear sus historias con bandas señeras de cada década en que ocurren éstas. En la novela mencionada sobresalen los muchachos dirigidos por Michael Stipe y los Talking Heads, de quienes se hablará en otro post. La semana pasada cargué las placas que tengo de R.E.M. a mi iPod y no les he dado descanso desde entonces. Pero el cenit de haber retomado al grupo ocurrió el sábado en mi casa. Como ya es costumbre desde hace varios, varios años, invité a unos de mis carnales de trago, entre otras cosas, más preciados para aniquilar caguamas y caguamas: el Memorias. Imaginaba que al él le gustaba R.E.M., pero no sabía que también era gran fan. Así que mientras vacíabamos misiles de chela, las bocinas del estéreo retumbaron con casi todas las rolas de R.E.M. hasta "altas horas de la madrugada", como escribirían los reporteros de sociales chic. Entre las conclusiones filosoficoétilicas a las que llegamos, sólo propias de güeyes ya muy damnificados como nosotros, estuvo la de asumir mutuamente que Rapid Eye Movement fue una gran banda, una de ésas que si alguien se tomara la molestia de analizar tu ADN, encontraría su música como parte de la genética personal. Neta que yes.    

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