miércoles, 6 de enero de 2010

BÚSQUEDA DE SANTIDAD


Hoy comencé a releer Diario de un aspirante a santo, de Georges Duhamel. De las virtudes narrativas y de la importancia literaria de esta obra quizá escriba después. En esta ocasión ‘postera’ quiero referirme al dueño de ese libro. La novela le pertenecía al hermano de un compañero de mi laburo, quien hace poco decidió vender la biblioteca del primero. Yo le compré varios lotes, y en uno de ellos venía el libro que mencioné, en una edición de 1939 de editorial Losada. Pues bien, el hermano, cuyo nombre era o es Rafael, un día, no sabemos si glorioso o funesto, decidió abandonar familia, trabajo y oficio (escritor y lector voraz) para siempre. Antes de su partida les dejó una carta a sus hermanos, en la que escribió, a grandes rasgos, que él estaba "terminado", que ya no tenía nada que hacer ahí (en su casa, junto a su familia… en su vida, en una palabra), por lo que había decidido “irse”, y les pedía que no lo buscaran jamás. Sus hermanos aún no saben exactamente por qué tomó tal decisión. Hasta la fecha no han vuelto a saber de él. Ese cisma personal todavía me sigue causando escalofrío. Ojalá que, como el personaje protagónico de Duhamel, haya partido en pos de la santidad. Pero de la santidad de la que habla el gran escritor francés; es decir, la de la obtención del yo absoluto. Sea así.       

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