martes, 12 de octubre de 2010

El pecho, de Philip Roth


En 1969, Philip Roth escandalizó al amplio sector ultraconservador de la sociedad estadounidense con la aparición de su novela El lamento de Portnoy, la consideraron una descarada y grotesca apología de la masturbación. En 1972, el escritor nacido en Nueva Jersey (1933) y reconocido como uno de los principales representantes de la “escuela judía” de la novela norteamericana, volvió a la carga con otra historia de naturaleza sexual: El pecho, recientemente publicada en España y México por el Grupo Editorial Random House Mondadori.


En esta novela, Roth narra un extraño caso de metamorfosis. David Kepesh, Doctor en Literatura y reconocido profesor universitario, se convierte inexplicablemente de la noche a la mañana en un pecho femenino. Sí, una glándula mamaria de 73 kilos de peso capaz de razonar y hablar, con satisfacciones sexuales “propias” de cualquier seno: disfruta que lo froten, laman y, de pronto, ser estrujado; el asunto se complica cuando siente deseos de penetrar a su novia, o cualquier prostituta, con su enorme pezón rosado que realizaría las funciones del glande. Kepesh, en su nueva condición “que sólo podría aparecer, habría pensado uno, en un sueño o una pintura de Dalí” deberá sobreponerse a una delirante antinomia existencial, sexual y social.


El oficio sólido de Philip Roth, es decir, el de un narrador con gran solvencia de recursos para resolver cualquier “problema” narrativo que se plantee, convierte este argumento que podría pensarse de divertimiento o ejercicio de estilo burlesco en una novela breve de reflexiones sugestivas sobre la complejidad de la sexualidad humana y el prodigio del cuerpo como aseidad dominada por leyes inexpugnables y de dimensión enigmática. Pero también es una obra sobre las concomitancias entre literatura y la sublimación de los temores primigenios del ser humano.


No es difícil intuir que Roth supo al concebir su relato que éste necesitaba tratamiento fársico para eludir una insostenible racionalidad dentro de lo surreal de la historia. El humor negro y el sarcasmo son los elementos empleados con maestría por el autor para suspender el andamiaje en ocasiones fragil del drama en esta clase de propuestas temáticas “poco serias”. La metamorfosis que experimenta David Kepesh, por consiguiente, es una tragicomedia sexual que podría ser objeto de los hoy muy pasados de moda análisis freudianos.


En este sentido, incluso el propio Roth le pone trampas al lector para que dirija su atención a un solo aspecto interpretativo de su novela y desatienda otros más importantes. David intenta dilucidar por qué entre “todas las posibilidades de transformación” él había “elegido” mutar en un pecho femenino: “¿Por qué aquella primitiva identificación con el objeto infantil de veneración? ¿Qué apetitos no satisfechos, qué confusiones de la cuna, qué fragmentos de mi remoto pasado podrían haber chocado para provocar un delirio de semejante simplicidad clásica?

Las aseveraciones científicas no le son suficientes al protagonista para determinar las causas de su transmutación: “influjo hormonal masivo”, “catástrofe endocrinopática”, “explosión hermafrodítica de cromosomas” son términos huecos que no le satisfacen. Kepesh entonces busca explicarse su situación y presupone que se halla inmerso en una pesadilla profunda, producto de la demencia que le produjo la literatura, es decir, los estudios a detalle de obras como La metamorfosis, de Franz Kafka, y La Nariz, de Gogol.


Esta teoría alterna del advenimiento de la metamorfosis es lo que posibilita señalar a El pecho como una novela importante dentro de la creación narrativa de Philip Roth. La hipótesis sobre la “sobredosis de las grandes imaginaciones”, es decir, las enfermedades o las transformaciones físicas inducidas por la lectura apasionada de obras de la inspiración febril de grandes personajes de la literatura universal como Kafka, Gogol, Stevenson o Jonathan Swift, además de la convicción absoluta de que esos sucesos pueden ser perfectamente posibles y justificados por la viviencia extrema de las pesadillas traspoladas a los libros, nos permite inferir que estamos ante un escritor sumamente comprometido con su materia de trabajo, cuya obra en este caso trasciende la llaneza provocativa que aqueja a muchos otros autores que figuran en el medio literario.


Roth en El pecho intenta clarificarse y clarificarnos las posibilidades ulteriores de la literatura, su naturaleza primaria, que linda con la locura, la irracionalidad, y los alcances y consecuencias receptivos en los individuos que la hacen suya, así como el carácter abrumador de lo fantástico cuando se desciende a sus niveles más profundos.

La carrera literaria de Philip Roth es una de las más consolidadas y atractivas de la actualidad. Novelas como la ya mencionada El lamento de Portnoy, Cuando ella era buena, La conjura contra América, El teatro de Sabbath y El pecho, lo confirman.

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