
La semana pasada una gripe, que parecían dos, me tiró en cama. Con un pretexto irrefutable para no ir al trabajo, me dediqué a leer entre cobijas y sábanas. Le tocó el turno a Amor en el Yanqui Stadium, de Dámaso Murúa, escritor sinaloense muy poco conocido y menos valorado, injustamente. Un suceso de hace varios años da prueba del valor ético y profesional como escritor de Dámaso.
Las autoridades culturales de Culichi City, entiéndase Culiacán, decidieron nombrar a Murúa Premio Sinaloa de las Artes, reconocimiento que se infería otorgado más por vergüenza y culpa por el olvido al que tienen sometido a Dámaso, que por verdadera revaloración de su obra. El autor de la novela El Güilo Mentiras, que podemos considerar de culto, pese a su gran necesidad económica les pintó unos ENORMES güevos a quienes querían condecorarlo con tal distinción y otorgarle no sé cuántos miles de pesos. No aceptó el premio. Y creo que a partir de eso, los responsables del Sinaloa de las Artes antes de nombrar a otro, para ellos, merecedor, preguntan si es aceptado o no.
Dámaso Murúa probablemente considere que un escritor exclusivamente comprometido con su obra no necesita de dádivas estatales u oficiales, porque su trabajo literario tiene como prioridad la autosatisfacción y el reto pretérito consigo mismo, no ganar becas, premios o quedar bien con los demás, menos con los neocensores de la literatura nacional, esos que arbitrariamente loan, desprecian o simplemente ignoran el trabajo del otro, siempre que no sea su amigo o cofrade, claro.
Amor en el Yanqui Stadium (Costa-Amic, 1978) tiene tres o cuatro cuentos con la altura para considerarse en cualquier antología nacional o internacional. Uno de ellos es un evidente y más que digno embrión de lo que hoy rifa tanto mercadológicamente: la literatura del narco. Otro, una especie de síntesis o imbricación, memorablemente lograda, de la historia de la literatura amorosa o sentimental, una moderna contextualización del drama de Helena de Troya en las cálidas tierras sinaloenses. Y uno más que es una tragicomedia ocurrida durante un juego de beisbol, deporte tan preciado para el autor.
El humor, la denuncia sociopolítica, la fascinación-terror por la ciudad de México, la delgada línea entre la crónica deportiva y el cuento, los juegos verbales y de adjetivación, los regionalismos con intenciones de universalización y, sobre todo, su único compromiso de contar bien una historia, hacen de Dámaso Murúa un escritor que hay que recuperar y revalorar.